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Dalí
poseía una biblioteca privada con más de 4.000 tomos que él
había comprado y, hace falta insistir en ésto, también
leído.
Su nivel cultural era el de un humanista que no sólo ganaba sugerencias
sino que realmente se apropiaba sistemáticamente de símbolos
y motivos concretos de la literatura.
Hasta sus autobiografías y escritos contienen fragmentos de artículos
o novelas ajenas que él introduce sin ningún escrúpulo,
entrelazándolos con hechos reales y anécdotas propias.
Este aspecto fue ignorado hasta ahora por la investigación que se dejó
cegar y engañar por los frívolos montajes del surrealista.
En mis trabajos me distancio de la mayoría de los conceptos habituales,
identifico y explico las concretas fuentes literarias de su obra. Así,
el artista se revela como un pensador, para el que su fantasía ni era
tan surrealista ni tan intuitiva como hasta ahora se pensaba.
Analizo su biografía y separo las mentiras sensacionalistas de hechos
reales y comprobados. Reinterpreto la composición racional y la iconografía
de sus cuadros, reenfocando su obra como la de un genio racional, que disfrutaba
de las pequeñas bromitas que gastaba al público.
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